Ensayo por María Fernanda.
3 familias y un funeral
Por María Fernanda Moreno Quintana
Es una tarde fría, llena de emociones encontradas y recuerdos que uno quiere aceptar en su mente pero al mismo tiempo borrar. Estamos en la iglesia esperando
que empiece la misa de cuerpo presente de Juan, el esposo de mi mamá.
El ambiente es confuso, hay mucha gente que se conoce pero al mismo tiempo no tiene nada
que ver una con la otra. Tanta gente que formó parte de su vida y que fue cerrando círculos conforme pasó el tiempo. Todo esto se encierra en 3 familias, 1 viuda, compañeros de trabajo y amigos.
Juan padeció de cáncer de próstata que hizo metástasis en los huesos por varios años, en donde siempre estuvo consciente de su problema y la agonía era cada día
más fuerte. Murió sabiendo, desde que le diagnosticaron un mes de vida, eran sus últimos momentos y gracias a eso pudo despedirse de sus 6 hijos pero sobre todo de su último amor, mi mamá.
Mi mamá padeció con él todas las etapas de la enfermedad y sufrió emocionalmente todo lo que conlleva tener a un enfermo de cáncer en casa. Pero no sólo
el cáncer afecto a mi mamá, también modificó todo a su alrededor.
El cáncer es un enemigo fuerte, que se presenta de diferentes maneras
a lo largo de la vida. No tiene compasión ni distingue raza, posición social, edad o sexo. Ataca de de igual manera a todos afectando la salud, la economía y la estabilidad de un hogar. Así como puede unir a las personas, puede
llegar a desencadenar pleitos irreconciliables.
En mi caso, el cáncer jugó una pieza fundamental para poder entender mi papel dentro de esta familia que
se formó a raíz de que mi mamá conoció a Juan. Al principio fue difícil aceptar esta situación porque en el fondo, todo hijo de divorciado tiene la esperanza de que sus papás se reconcilien, pero conforme fueron
pasando los años esto quedó atrás.
Juan se convirtió en la pareja de mi mamá y esa era la nueva realidad de nuestra familia.
“los tuyos, los míos y los nuestros”, perecía chiste pero a lo largo de los años, Juan y mi mamá lograron una convivencia entre todos bastante agradable, ya que cada uno por su lado, le dio espacio a sus hijos y nietos
respectivos.
En los primeros años, yo iba a visitara a mi mamá a Tequisquiapan donde vivía en la casa de Juan. Pasamos momentos muy agradables ya
que mis hijos disfrutaban de la compañía y del lugar. Él era una persona muy alegre, con gusto por la lectura y la naturaleza, por lo que mi hijo el mayor se hizo su amigo de inmediato al mostrarle el huerto y los insectos que había
en la casa. Yo también empecé a llevar una relación cordial ya que también compartía el gusto por la lectura. Cuando llegábamos a ir los fines de semana, me prestaba un libro y yo otro a él.
Pero toda esta tranquilidad se vino abajo cuando el cáncer de próstata de Juan hizo metástasis en los huesos. Un fin de semana llegamos y ya no pudo acompañar
a mi hijo a sus paseos por el jardín porque no podía caminar y la atención de mi mamá se dividía entre la enfermedad y la familia.
Mi
mamá fue la que más perdió dentro de todo este proceso porque llegó un momento en el que tuvo que dedicar tiempo completo a cuidar a Juan. Ya no pudo viajar a ver a sus nietos y cuando íbamos a tequis, la mayor parte del
tiempo estaba ocupada.
Juan trataba de salir a convivir con nosotros, siempre con una sonrisa pero en su mirada se notaba el eterno dolor que sentía. Nunca lo
vimos quejarse y siempre nos recibió en su casa con mucho gusto hasta el final.
En mi casa se vivieron muchos sentimientos encontrados, sobre todo porque mis
hijos empezaron a hacer preguntas sobre la enfermedad y la muerte. Sentían cierta compasión por Juan, sufrían por lo que estaba pasando, pero al igual que yo no sabían qué sentir, ya que también tenían otro
abuelo, mi papá.
Siempre manejé la situación de que Juan era el esposo de tita y que era su amigo para no dar explicaciones tan complicadas para
su edad. Funcionó bastante bien hasta que apareció el cáncer ya que Juan se había convertido en parte de nuestras vidas pero al mismo tiempo él tenía su familia. En ese sentido, preferí apoyar a mi mamá
y ver siempre por lo que estaba sintiendo.
En cierta forma, el cáncer me arrebató por un año a mi mamá. Fue horrible verla sufrir al lado
de Juan, correr de un lado para el otro y perder momentos de su familia que no van a regresar. El cáncer es cruel, demandante y caprichoso. Hace que las personas se muevan a su ritmo y egoísmo.
Fue doloroso saber que mi mamá estaba pasando por un momento tan difícil y al mismo tiempo saber que tienes que ceder tu tiempo con ella para que pueda estar enfocada en lo más importante que en ese momento era
Juan.
El día que Juan murió fue de sentimientos completamente encontrados. Sentía una gran tristeza por haber pedido un gran amigo, por mi mamá
pero al mismo tiempo sentía que no debía involucrarme ya que todo el tiempo en mi cabeza se presentaban las opiniones de los demás. Pero siempre lo que más me preocupó fue la situación económica y emocional
de mi mamá.
Gracias a Dios, ella quedó bien económicamente y lo emocional va trabajando poco a poco. No se puede superar una situación así
de la noche a la mañana y lleva buena relación con los hijos de Juan ya que siempre vio por el bienestar de su papá.